viernes, 30 de mayo de 2014

Dulces gritos de ciudad, un sutil naturalismo

Dulces gritos de ciudad, un sutil naturalismo









Dulces gritos de ciudad. Nayib Camacho O. Entreletras – Metaediciones. Villavicencio. 2014.  130 pp. ISBN: 978-958-58407-2-0



Dulces gritos de ciudad, de Nayib Camacho O., es un libro de cuentos que reúne a través de sus personajes e historias, diversos destinos precedidos de un heroismo restringido al hecho de existir y respirar aquello que ofrecen los días y sus aromas.
Este libro, presentado el 11 mayo de 2014 en la 27 Feria Internacional del Libro de Bogotá FILBO, es una manera de convertir los impulsos del alma en una casualidad climática, en un apasionado sentimiento por las habituales complicaciones de la vida corriente. Aquí no hay historias ostentosas ni fantásticas; solo se encuentra el eco del corazón vacío bajo el efecto de las horas que a su paso van delineando una tristeza sin color y una suerte de humor seco. Cuentos abandonados al paso de los días y a la confidencia de los sentidos.
El ámbito narrativo del libro denota el crujido de los sueños que insisten en alcanzar la serenidad. Por ello, estos no son cuentos escritos bajo la preceptiva del dramatismo, la tensión y la truculencia. No son cuentos de taller, ni de escuela. Simplemente son cuentos de la dulce y tediosa cotidianidad donde la vida transcurre normalmente. Cuentos arraigados en la acústica trampa de la entretensión que resulta al hablar de algo. Son cuentos surgidos del grito silenciado y convertido en parca palabra. Aquí se cuentan cosas que les pasan a los seres vivos cuando su hablar se convierte en un sentimiento que abraza calles, oficinas, habitaciones, playas, estancias, casas y lugares. Cuentos suavizados en correspondiente monotonía y en su debido momento, por la respectiva calma conque ha de verse pasar la mitología ciudadana.
Dulces gritos de ciudad es un intento naturalista por recuperar ademanes, silencios y conversaciones donde el miedo se vuelve delgado y todo parece distribuirse en emociones que se trasladan a la errancia de las cosas. De ahí su composición en cuadros que exponen la inquietud de los semblantes; cuadros que muestran, bajo una técnica sin trabas, el grito que deja de ser nerviosismo y excitación para convertirse esa especie de neblina que constituye la vida misma envuelta en la temperatura del destino.
En Dulces gritos de ciudad los cuentos rotan en un movimiento callejero que rinde homenaje, con sobrados motivos, a tensiones deslizadas desde la mañana, el mediodía, el atardecer hasta el amanecer. Son historias contadas como si se amontonaran esquinas y murmullos en la perfecta oscilación que ocurre entre lo importante y lo nimio. De este modo, no importa lo insignificante de las cosas, lo realmente valioso es asomarse a la memoria y poder apreciar, entre el alba y el ocaso, la exhausta ceremonia del vivir.
En Dulces gritos de ciudad se bosqueja una declaración alrededor de la ciudad, su alma y sus explicaciones, y también lo que significa una vida sin preguntas en el acontecer de una época tan singular. Esto explica que un ruido frío recorra sus páginas sumergidas en la memoria humana, con la única finalidad de seguir contando historias cuando vuelva la luz, esa perfecta ocasión que propicia el enfrentamiento entre el pulso del escritor y el temblor de las palabras.